La propuesta persigue resultar tentadora: «Vamos, mi gente, un juego donde todos ganan, inviertan 500 y ganen 4 000 pesos». Así profesa uno de los tantos enlaces de invitación de los mensajes en cadenas que, por estos días, inundan las redes sociales y promueven, a toda voz, lo que, afirman, es «un negocio redondo, a lo seguro»: La Bola, que ha engatusado a algunos ‘ingenuos’ en nuestro país.
Según explica el propio anuncio, deben participar 15 jugadores, ocho en el cuarto nivel, cuatro en el tercero, dos en el segundo y uno en el primero.
El objetivo es llenar todas las casillas del último nivel –que son los nuevos «inversores»–, para que La Bola se complete, y el jugador que se encuentra en la cima pueda obtener el dinero prometido: 4 000 pesos. Cuando este cobra sale del juego, La Bola se divide en dos más y las personas van escalando al siguiente nivel y, así, sucesivamente.
Ante la oferta de ganar dinero fácil (no fruto de un trabajo honrado), en la que supuestamente solo tienes que «invertir» un monto inicial e invitar a otros integrantes para que participen, no son pocos los cubanos que han entrado en este juego; incluso, algunos aseguran que sí, que han podido cobrar esas ganancias, y repiten la experiencia. En un principio, esto es cierto, pues siempre que la cantidad de implicados crezca, continua y exponencialmente va a estar entrando al juego el dinero de los nuevos miembros, el cual terminará en manos de aquella persona que está en la cima, el gran timador.
No hay generación de riquezas o esquema real de inversión, sencillamente se usa el dinero de muchos para pagar a unos pocos, por ende, aunque «ganes» estarías perjudicando a los demás.
Este sistema es insostenible, pues demanda un flujo constante que, a la corta o a la larga, termina rompiéndose.
La Bola no es cosa nueva, incluso puede adoptar otros nombres como la Flor o Telar de la Abundancia. Tampoco es la primera vez que se emplea un esquema similar en la Isla con el gancho de dar poco y recibir mucho. Seguramente, algunos lectores recordarán la oferta que meses atrás estuvo circulando por grupos de WhatsApp y Telegram: «¿Quieres ganar 10 cuc de saldo invirtiendo solo 1,50? Escríbeme al privado, magnífico juego y muy sencillo».
En ambos casos, se trata de una estafa –en mayúsculas–, que responde a un esquema Ponzi o piramidal y que, al tipificarse como estafa, constituye un delito en nuestro país.
Según la Ley No. 62, del Código Penal cubano, en el capítulo de las Defraudaciones, se define que aquella persona que, «con el propósito de obtener para sí o para otro una ventaja o un beneficio patrimonial ilegítimo, y empleando cualquier ardid o engaño que induzca a error a la víctima, determine a este a realizar o abstenerse de realizar un acto en detrimento de sus bienes o de los de un tercero, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas».
¿QUÉ ES EL ESQUEMA DE PONZI?
Según fuentes pasivas consultadas sobre el tema, este modelo es una operación fraudulenta basada en un esquema piramidal, en la cual las
ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas por el dinero aportado por ellos mismos, o por los otros nuevos inversores, que caen enganchados por las promesas de obtener grandes beneficios.
En dicho sistema –que debe su nombre al italiano Carlo Ponzi, un estafador que en la década de 1920 utilizó esta lógica piramidal, con la que se hizo de millones de dólares–, para cobrar lo esperado es necesario conseguir más inversores, cosa que no siempre sucede. Funciona como una pirámide: quien está en la parte superior recibe el dinero entregado de quienes están en la base.
Aquel que desee integrarse, deberá «invertir» determinada cantidad de dinero y, a su vez, para ascender, captar a nuevos integrantes, para que se unan al fraude y aporten lo establecido para asegurar la ganancia de los de arriba.
El gran problema ocurre cuando las personas que se integran al esquema no pueden conseguir otros aportantes y la pirámide se queda, obviamente, sin ganancias, y los «inversores» sin recuperar el dinero que confiaron al inicio. Resultaron estafados.
Otra forma de fallo en esta inescrupulosa práctica ocurre si, de repente, una buena parte de los inversionistas decide retirar su dinero. Entonces, sin fondos suficientes para efectuar las devoluciones, se descubre la estafa.
Reconocer este tipo de timo no resulta complicado. Con frecuencia, los altos porcentajes de intereses en estos casos suelen ser números atractivos, que difícilmente se encuentran en otro producto o negocio, donde se pueda invertir. Además, es común el desconocimiento del lugar hacia donde va dirigido el dinero que se aporta, o bien la supuesta empresa no aparece registrada en los espacios pertinentes.
De igual forma, los pagos de los intereses rara vez ocurren en persona, y los principales organizadores del fraude suelen presentar problemas o excusas cuando los participantes deciden retirar el dinero invertido.
En estos casos, lo común es apelar a un método de comunicación cercano y amistoso –como las redes sociales– para sumar aportantes a la cadena, mientras se vende la idea de que la persona que ingresa podrá ver, en poco tiempo, y de una manera sencilla, multiplicadas sus ganancias.
Uno de los casos más famosos de este tipo de engaño lo protagonizó el estadounidense Bernard Madoff, condenado en 2009 a 150 años de prisión por estafar más de 65 000 millones de dólares. Considerado hasta entonces como un as de los mercados, y uno de los mejores inversores de Wall Street, Madoff operaba realmente su firma de inversión bajo un esquema piramidal que venía sosteniendo desde la década de los 90.
Nuestro consejo es que, si a usted le hacen llegar una proposición similar, piénselo, una y cien veces más, antes de dejarse seducir por los cantos de sirena del dinero fácil y participar en este tipo de juegos o «inversiones», a partir del cual no solo puede ser timado, sino, además, cómplice de un delito.
Granma.
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