A sus 65 años, Leticia Peñalver Cruz nunca ha abandonado el aula. Desde los 16 vive enamorada de la enseñanza. Para ella Fidel Castro es el maestro mayor. Esta artemiseña lo tuvo muy cerca, no solo del corazón.
“La clase es como mi segunda piel. Todo inicia en Ceiba 1. Fui parte de los alumnos que inauguramos la escuela el 7 de enero de 1971, como secundaria básica. En mi año y medio de estudio allí, Fidel llegaba sin previo aviso y el plantel entero se estremecía.
Leticia Peñalver Cruz junto a Fidel (a la derecha, con la blusa de dos colores) Foto Cortesía de la entrevista.
A sus 65 años, Leticia Peñalver Cruz nunca ha abandonado el aula. Desde los 16 vive enamorada de la enseñanza. Para ella Fidel Castro es el maestro mayor. Esta artemiseña lo tuvo muy cerca, no solo del corazón.
“La clase es como mi segunda piel. Todo inicia en Ceiba 1. Fui parte de los alumnos que inauguramos la escuela el 7 de enero de 1971, como secundaria básica. En mi año y medio de estudio allí, Fidel llegaba sin previo aviso y el plantel entero se estremecía.
“De los encuentros con los estudiantes nació la piscina, las bicicletas para hacer ejercicios, el grupo de danza… Historias de esas atesoramos todos los fundadores.
“Un día nos encontró trabajando en el frente. Recogíamos piedras. Se bajó del jeep y se unió a nosotros. Otra noche nos preparábamos para una prueba de geografía: irrumpió en el salón, se paró al frente y con un mapa nos repasó, con su voz de profe y su conocimiento infinito. Ese es uno de los momentos más queridos.
“Coincidí con él de nuevo cuando el grupo de danza de la propia escuela, del cual formaba parte, fue escogido para bailar en la inauguración del colegio 14 de junio, en la Isla de la Juventud. En medio de la travesía, Fidel llegó en una lancha y se pasó al ferry con nosotros. Volvimos a escucharlo, a hablarle”.
Al concluir el décimo grado, Leticia eligió el camino de la enseñanza: integró el primer contingente del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech: la respuesta ante un llamado en 1972, precisamente del Comandante en Jefe, por la falta de maestros.
“Y volví a coincidir con Fidel durante un congreso de la UJC. Un grupo de militantes fuimos seleccionados para reunirnos con el primer secretario de la organización; llegó acompañado de él y de los padres de Ascunce.
“Conversamos. Nos platicó de la enseñanza, de la alfabetización, del joven maestro asesinado por los bandidos… Ese día lo saludé, e incluso hubo tiempo para una foto grupal.
“Lo admiro mucho. Aun en su ausencia física sabes que está. Tenemos vacunas gracias a su visión de futuro; de esos ejemplos hay muchos a lo largo de la historia. Hombres como él existen muy pocos. Era ante todo un imán, un sol, lo iluminaba todo”.
Y todavía nuestra entrevistada estaría ante el gigante barbudo una vez más, en el aniversario 20 del Destacamento, durante tres días en el teatro Karl Marx, el guía de generaciones, el héroe del pueblo, dialogó con todos aquellos muchachos que habían dado el paso al frente.
“Soy bendecida; mi generación lo es. Fidel estaba casi todas las semanas en Ceiba 1. Fue con Silvio, con mandatarios y autoridades internacionales. Su presencia nos formó, nos enseñó ante todo a ser revolucionarios”.
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