Desde que por el camino
del tiempo, mayo me abraza,
soy un huésped de la casa
del día del campesino.
Hay entre cada vecino
la relación más estrecha.
El grano que al surco echa
enseguida se convierte
algo así como la suerte
de su futura cosecha.
A la tierra acostumbrado
como un poste del lindero,
sigue siendo el mismo, pero
sus costumbres han cambiado:
ya no sale encopetado
de la cabeza a los pies,
compra un mezclilla y después
sale a pasear al camino
igual que un capitalino
lo hace en L y Veintitrés.
Miren si la voz de mayo
a sus reclamos se suma
que hasta la rosa perfuma
antes de abrirse en el tallo.
Por la madrugada el gallo
a su horario se adelanta;
hay un eco en la garganta
del caimán de Las Antillas,
porque cuando hay más semillas
es cuando la tierra canta.
Tomado del artemisadiario
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