Desde las gradas los cubanos coreaban cada golpe. Un jab y enseguida aparecía el rugir de los compañeros de equipo y los miembros de la delegación; un gancho, un golpe recto, y otra vez las banderas cubanas al viento. Sobre el encerado, Arlen López derrochando talento hasta que el árbitro lo señaló como vencedor. Solo entonces estalló la verdadera felicidad.

 

Una leyenda llamada Mijaín

Tenerlo delante impresiona. No tanto por su estatura de gigante o por sus brazos de puro músculo; tampoco por su voz atronadora, su mirada de fuego, o porque sea el luchador más temido por los rivales desde que en 2005 ganó su primera medalla en un campeonato mundial. Mijáin López impresiona porque con 38 años y cuatro títulos olímpicos que lo convierten en el luchador más laureado de todos los tiempos, aun conserva esa pasión de los inicios.

En la pelea más esperada de la jornada olímpica del boxeo este 30 de julio en Tokio, en los 91 kg Julio César la Cruz se enfrentó a otro pugilista nacido y desarrollado en Cuba que representó la bandera de España: Enmanuel Reyes. El combate llegó precedido de declaraciones de Reyes amplificadas hasta lo indecible por la prensa española. “Aquí vamos a arrancar cabezas”, amenazó horas antes de entrar al cuadrilátero.

La japonesa Akira Sone la contempló callada. En medio de la alegría por ganar una medalla de oro esperada en su país, la nipona vio descender del tatami a una mujer que se le hizo sumamente difícil y durante casi nueve minutos la obligó a exigirse al máximo. A casi doce mil kilómetros, otra Isla también la observó en medio de la madrugada, porque en un país acostumbrado a seguir a sus campeones, Idalys Ortiz jamás está sola.