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Identidad, historia, personalidades

Legna y Mariela, desafíos para contar la violencia

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Una mujer violada cuando niña y controlada económicamente de adulta por su propio hermano. Un muchacho acosado entre las paredes del aula por romper con los cánones de una masculinidad prejuiciada. Una bailarina cuyo cuerpo es sexualizado y minimizado una y otra vez por quienes la contratan. Un hombre rechazado por su padre, su ex esposa y aislado de su hijo tras asumir una orientación sexual diferente.

Dos cubanas de la tercera edad lidiando con las consecuencias de la violencia propia tras servir como refugio a una vecina agredida por su pareja. Los impactos a largo plazo de un embarazo adolescente causado por una agresión sexual. Otra mujer que, tras sufrir la violencia más extrema, pasa de víctima a victimaria.

Semana tras semana cayeron las historias: esas y otras, duras, agresivas, sin medias tintas. Mostraron las muchas caras de la violencia de género en una sociedad marcada aún por prejuicios y estereotipos machistas. La segunda temporada de Rompiendo el Silencio nos tuvo a muchos frente al televisor durante once martes. Nos espantó, nos sacó lágrimas, nos mostró la violencia más cotidiana y la más cruenta, nos provocó inconformidades con uno u otro final, pero sobre todo nos puso a pensar, a debatir.

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La serie tiene el mérito indiscutible de haber puesto la violencia de género sobre la mesa, en las redes sociales, a la vista de todos... para criticarla y aún más, visibilizarla: sacarla de un silencio que en definitiva la protege. Lo consiguió porque no la mostró como un hecho aislado, sino como parte de ciclos más complejos. En cada capítulo se entretejieron diversas manifestaciones y estereotipos alrededor de una historia central.

Casi ningún personaje fue completamente bueno o malo, pocos escaparon a la reproducción de al menos un prejuicio. Porque lo más peligroso de la violencia machista es que no es una pelea de hombres contra mujeres, sino de una sociedad patriarcal contra todo aquel que no cumpla con sus normas. Ese principio de funcionamiento, Rompiendo el Silencio lo dejó bastante claro.

Sobre los aprendizajes necesarios para contar historias tan complejas, las dificultades para que llegaran finalmente a la pantalla, los desafíos de mezclar ficción con educación, el valor de mostrar las problemas de la sociedad en que vivimos y muchos otros temas en torno a la temporada recién finalizada, Cubadebate conversó con Legna Pérez Cruzata, una de sus directoras, y Mariela López Galano, una de sus guionistas.

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¿Cómo llegan al proyecto de Rompiendo el Silencio? ¿Por qué una serie sobre violencia de género?

Legna Pérez: “Llegué a Rompiendo el Silencio desde la primera temporada, luego de que Lucía Chiong y el Chino Chiong trabajaran un guión cinematográfico sobre violencia de género para el Festival de Cine. A Lucía se le ocurrió hacer una serie sobre esta temática y a partir de ahí comenzamos a trabajar los argumentos entre los tres, con un bombardeo de ideas entre todos. Así fue como nació la serie. Luego, Lucía la desarrolló como escritora.

“Tras la aprobación del proyecto, comenzamos a trabajar con el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR). Allí nos brindaron asesoría en estos temas, para su abordaje no solo desde el guión sino también en el trabajo con los actores. Pasamos por un proceso de sensibilización y a partir de ahí, proyectamos el trabajo de dirección.

“Así llegué al proyecto y siempre que exista la oportunidad y la televisión quiera, debemos regresar a temas como este. Porque todavía siguen dando de qué hablar, queda mucho por decir. Siempre que pueda, tendré disposición para volver a hacerlo. El audiovisual le debe mucho a estos temas de violencia. Es un tema sensible, donde aún hay muchos tabúes y hay que seguir visibilizando”.

Mariela López: “Rolando Chiong y Legna Pérez estaban preparando la segunda temporada. Lucía Chiong -creadora del proyecto y guionista líder- no podía escribir en ese momento. El tiempo para preparar la serie era ese, por todo el esfuerzo que cuesta entrar en producción.

“El Chino confió en mí: nunca había escrito un original, solo versiones de otros autores, fue un reto enfrentarme a una página en blanco. Entonces comenzó el proceso: el Chino, Legna y yo hicimos equipo junto a Marisel Pestana, asesora dramatúrgica y Mareelén Díaz, especialista en temas de género.

“Una serie es la mejor manera de entender y de sanar problemas sociales, he participado en varios talleres sobre violencia de género y nada tiene mayor impacto que un audiovisual. Por eso las investigadoras insistían en el abordaje del tema desde un audiovisual de ficción.

“La violencia de género está arraigada en el mundo, del que nuestra sociedad es parte. Ahora están trabajando sobre ello en el nuevo Código Penal y en el de las Familias. La ley es necesaria porque regula, pero no es suficiente: hay que visibilizar, ofrecer herramientas, desmitificar las falsas creencias, desmontarlas y ponerlas sobre la mesa”.

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¿Cuáles son los principales desafíos de contar historias sobre violencia para la televisión cubana? ¿Qué obstáculos enfrentaron durante el proceso de preparación, aprobación, realización y, finalmente, transmisión?

Legna Pérez: “Uno de los principales desafíos de tocar estos temas en la televisión tiene que ver con que esta llega a Cuba entera. En cada casa hay un televisor y son asuntos que aún constituyen tabúes en nuestra sociedad. Muchas veces las personas no saben identificar las situaciones de violencia, cuando son violentados o cuando violentan a alguien. Todavía queda mucho por aprender.

“Entonces, cuando abordamos esta problemática en un audiovisual, estamos en una especie de cuerda floja frente a ese proceso de interpretación individual, que pasa por distintos filtros. Corremos el riesgo de que la gente no lo acepte, no lo asimile, que no crea la existencia de esa violencia. Y sí pasa muchísimo: convivimos constantemente con ella. A veces está tan naturalizada que no nos damos cuenta. La serie va un poco de abrirle los ojos a las personas y educar.

“Durante la preparación de la obra apenas tuvimos obstáculos. Traíamos una experiencia de la primera temporada y fuimos al seguro. Convocamos a la OAR por segunda vez y organizaron un taller para todos los escritores. Pasamos por todos los filtros de aprobación y asesoría, fue bien riguroso. Contamos con una asesoría de lujo y eso condujo a procesos más cómodos, sin trabas.

“La transmisión sí se prolongó un poco más por decisión de la televisión. Decidieron transmitir la serie en el momento que ellos consideraron oportuno. Tardó un año en llegar a la pantalla después de terminado el trabajo”.

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Al abordar temas de este tipo en el audiovisual surge la polémica de si deben tener un carácter más educativo o más artístico, ¿es posible combinar ambos empeños y salir airosos?

Legna Pérez: “Combinar lo educativo con lo artístico es complicado porque, de por sí, estos temas son complejos. Cuando tienes como fin transmitir un determinado mensaje, entre ellos el educativo, debes trabajar bien cada una de las historias, perfilarlas para no rozar en el teque. Es un binomio muy complejo de lograr, pero claro que se puede”.

Mariela López: “El arte es educativo en tanto sea arte. Entenderlo es la clave. Hay que comprender que el audiovisual de ficción es un reflejo de la realidad, una construcción dramatúrgica desde la verosimilitud. No es el espejo social o institucional que algunos funcionarios perciben cuando leen o ven una obra audiovisual, confunden “realidad” con “verosimilitud”. Desde las leyes de la construcción dramatúrgicas “la realidad” muchas veces es inverosímil, por eso las historias se construyen desde la verosimilitud, parece real pero no lo es. Muchas veces la realidad, tomada tal cual, es absurda, insípida, desbastadora y poco interesante.

“Las obras de ficción son canales comunicadores que promueven la reflexión social desde un enfoque positivo, no inverosímil, y de esta forma funciona como reflejo de una “realidad construida” desde la investigación que promueve la reflexión, entonces se produce la transformación”.

Muchos espectadores coinciden en que la serie tiene una calidad audiovisual poco común para la televisión cubana, incluso mejor que la de la primera temporada, ¿cómo se consigue este resultado? ¿Qué distingue esta temporada de la anterior?

Legna Pérez: “Lo que distingue esta temporada de la anterior es que estábamos mucho más preparados en cuestiones de género. La primera nos fortaleció y ahora teníamos más claridad, objetividad, en las historias que queríamos contar.

“Además, esta temporada fue producida por RTV Comercial. El esquema de producción fue un poco más viable, cómodo, con más garantías de trabajo. Eso incide en el empaque final que tuvo la obra. Haberla producido desde RTV fue un premio para Rompiendo el Silencio”.

En una sociedad donde todavía sufrimos los efectos del machismo y sus prejuicios llama la atención los múltiples debates en redes -a favor y en contra- que levantó la serie, ¿como equipo creador, qué sacaron de esta retroalimentación?

Legna Pérez: “Fue un desafío que la serie se transmitiera durante la pandemia. Prácticamente todas las personas están en la casa y el nivel de aceptación estuvo por encima de lo que esperábamos. El rebote en las redes, en nuestros chats privados, fue impresionante. Nos escribían personas comunes para contarnos sus experiencias. Ha sido súper lindo el intercambio con los públicos.

"La retroalimentación superó todas nuestras expectativas. Fue muy gratificante que la gente haya entendido y procesado cada uno de los capítulos desde distintas posturas. Y en su mayoría desde una manera positiva. Eso, creo, fue el mayor logro de la serie”.

Mariela López: “El guionista pasa por todo el proceso que cuenta la obra desde su mente hasta su corazón, atraviesa su cuerpo: “es literal”. La obra lleva el alma de quien la crea, en el audiovisual este es el primer paso, pero luego se apropia el director o directora y pone en ella su vida. Así inspirará a sus especialistas y actores que continúan el ciclo hasta el punto en que los espectadores no ven a los actores, sino a personas reales, como si observaran la vida a través de una ventana.

“Nuestro arte nos mantiene vivos, nada queda igual cuando terminas. Luego, la respuesta del público te devuelve miradas insospechadas, es un acto de revelación que va más allá del rigor inicial al que nos sometemos durante el proceso de investigación y montaje”.

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Como parte de estos debates, algunas personas han comentado que en determinados capítulos los finales fueron muy abiertos, que no quedó claro las características de los actos de violencia y lo que estaba mal en ellos, ¿qué opinan al respecto?

Mariela López: “Cuando un final es percibido como abierto, pasan dos cosas: o dramaturgicamente la historia central está mal contada, o el público quiere saber más. Los finales abiertos dan cierre a la historia central. A partir de ahí comienza otra que está por escribir, quizás sea tarea del propio espectador transformarla para su propia vida”.

Legna Pérez: “No siempre las historias tienen un final feliz. No siempre tienen un final. Unas veces la violencia sigue y otras tiene un cierre, un camino. A veces el camino es seguir buscando soluciones ante la problemática que estás viviendo. De eso también trató la serie: presentamos una variedad de historias, enfoques, objetivos.

“Sabemos que en la ficción las personas siempre esperan que haya un final feliz, pero no siempre sucede. Intentamos balancear esa diversidad para complacer a los distintos públicos”.

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En su opinión, ¿por qué es importante seguir visibilizando este tipo de historias que definitivamente son parte de la realidad cubana?

Mariela López: “Contarlo ayuda a sanar es el título de un libro de testimonios de mujeres víctimas de la violencia de género, liderado por la investigadora Sara Más.

“Los temas sensibles pasan un severo escrutinio, cuesta años desempolvarlos. La primera reacción es la censura, tratas de trabajar en equipo con las instituciones y vetan los proyectos en desarrollo mediante dictámenes de puertas cerradas, llenos de retóricas sin mediar diálogo con los autores.

“Me está ocurriendo en estos momentos con los guiones de la serie de ficción Hijos de las nubes, que aborda el tema de abandono infantil con enfoque social en la responsabilidad familiar y la labor de los hogares de niños sin amparo familiar en Cuba.

“Cuesta trabajo cruzar puentes, abrir puertas y romper el silencio al que nos someten cuando se trata de temas sensibles. Por otra parte el pueblo y la máxima dirigencia de nuestro país pide ponerlos sobre la mesa.

“Cuando los creadores audiovisuales tratamos temas sociales en las obras de ficción no somos el enemigo. Si trabajamos en colaboración desde la mirada esencial de lo que es importante para la Patria, que es verlo desde adentro, con amor, responsabilidad y verosimilitud, daríamos el primer paso para sanar socialmente.

Esconder nuestras realidades no las va a solucionar; el pueblo quiere verlas desde un planteamiento honesto y constructivo, necesita herramientas para la vida. De no entenderse, seguiremos viendo en la pantalla problemas de otras latitudes. Iremos perdiendo nuestra memoria histórica. Los creadores audiovisuales somos comunicadores, tenemos un compromiso social con nuestro tiempo y las generaciones que nos preceden”.

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