Entre escombros un héroe del 2022

Imprimir
Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 
Valoración:
( 0 Rating )

Yasmany Quintero Infante habla con tranquilidad, desde el corazón. Recuerda los hechos de este año, como si fueran una historia más para contar a los nietos, como si narrara su labor diaria, sin aspavientos, sin la intención de considerarse un héroe.

 
El hotel Saratoga explotó el 6 mayo, y con el suceso La Habana perdió la tranquilidad habitual mientras, un intenso dolor consumía al pueblo. Luego en agosto Cuba volvió a estar en vilo: el incendio ocurrido en la base de supertanqueros de Matanzas no tenía precedentes en este país.
 
Ambos accidentes fatales, aún hoy, duelen un montón y quedan historias sin contar de héroes anónimos que acudieron allí. Yasmany, nuestro protagonista, posee un alma noble. A sus 33 años, este caimitense conoce la cara de la destrucción.
 
Trabajador de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Metales preciosos, perteneciente a la Empresa de Recuperación de Materias Primas de nuestra provincia, apoyó con su grúa, a un equipo especializado en ambos sitios. En su caso, hombre y máquina se fundieron en uno solo.
 
“En Matanzas estuvimos poco más de un mes, el panorama allí era triste; no hay palabras para describirlo. Trabajamos en tiempo récord y sin descanso apenas para recuperar toda la chatarra y que después otros pudieran avanzar en la recuperación de la zona”.
 
En la base de supertanqueros estuvieron de frente a la destrucción, tras el paso del fuego que arrasó prácticamente con todo. En el Saratoga la batalla fue contra el tiempo.
 
“Recuerdo que ese día salí por la tarde del trabajo, como siempre. Llegué a casa y estuve con mi niña, mientras mi esposa me preparaba el baño. En ese momento sonó el teléfono; era mi jefe para darme la encomienda de partir hacia La Habana. No me lo pensé y ese mismo día salí rumbo al lugar.
 
“Mi grúa es bastante moderna. En esas jornadas estuve haciendo la carga y descarga de escombros. Había poco espacio para el descanso; solo hacíamos las pausas imprescindibles para comer y por supuesto para dormir”.
Su voz se quiebra, imagino recuerda un momento doloroso e insisto un poco; luego sube de nuevo la vista para contarlo todo.
 
“Imagina que ese día, uno aparentemente normal, me destinaron a un área para continuar con la carga de los escombros y allí encontré el cuerpo sin vida de una persona…
 
“El shock fue grande; una impresión tremenda. Tristeza, mucha tristeza entre todos; me bajé del equipo, tomé un descanso; pero el trabajo debía continuar”.
 
Llega la pausa obligatoria, el silencio se instala. Preguntar ahora parece una banalidad, qué más saber de una persona con un compromiso tan alto, con una naturalidad tan grande.
 
Eso lo aprendió de su papá, quien le enseñó los gajes de un oficio ya parte de su historia familiar, de su árbol genealógico: la pasión por la grúa, por el hierro. “Esto no lo hago por reconocimiento, no lo necesito”.
 
Así son los hombres comunes que asumen tareas de gigantes. Mientras movía los restos del hotel de lujo sabía que estaba en una ofensiva contra la muerte. Mantener la esperanza por quienes aún no habían sido encontrados y para los familiares que esperaban.
 
Este joven artemiseño libra su propia guerra a diario desde la recuperación de materias primas. En casa encuentra su paz, aunque como él mismo afirmó, “siempre estaré dispuesto a partir hacia el deber”.
 
Tomado del artemisadiario