Historias de La Altura: el viejo Andrés

Imprimir
Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 
Valoración:
( 0 Rating )

2.2 Aun en su silla de ruedas Artemisa

El viejo Andrés Maura Lorenzo nació el 11 de abril de 1948 en el pequeño poblado de Corralillo, Bahía Honda. Era muy joven cuando se enroló como pescador en un barco bonitero para mantener a la familia. Nunca imaginó que ese paso le llevaría a vivir aventuras insospechadas.

Conocí a Andrés hace varios años en la playa La Altura, allá en Bahía. Me dijo que se asentó con su familia en las cercanías de la cueva Perico, próxima al balneario, donde educó a sus hijos en el arte de la pesca.

El impacto de los huracanes Gustav y Ike en 2008, provocó que se refugiaran en una sólida edificación conocida como La casa de Prío, por ser residencia de descanso del presidente Carlos Prío Socarrás.

Allí conversamos sobre el periodismo, la familia y el mar. Escuché sus aventuras, siempre emocionantes, como la de salvar cocodrilos y su enfrentamiento a salidas ilegales del país.

¿Cocodrilos en La Altura?, le pregunté. Entonces me mostró con gran orgullo un artículo de la revista Mar y Pesca, de junio de 2019, titulado Andrés Maura, instinto natural, de Nuris López Fernández.

“Cuando era joven, Andrés aseguraba su embarcación en los recodos del río Mani-Mani y caminaba por sus márgenes. La curiosidad y el amor que despertó la naturaleza le hacían fijarse en cada planta y animal que encontraba a su paso, sobre todo en los cocodrilos”, cuenta aquel trabajo.

“Los vigilaba, pasaba rato observándolos y así logró aprender el momento en que las hembras abandonaban sus nidos. Pero la naturaleza es compleja y algunos animalitos no sobrevivían. Se salvaban los más fuertes, pero eran presas de depredadores más grandes como las aves.

“El instinto me hizo coger los huevos en una crecida del río para ayudar a conservar la especie. Por suerte he tenido el apoyo de la familia. Yo los recojo y los pongo en unos tanques que cortamos a la mitad, les echamos arena con su poquito de agua para que se mantengan húmedos y allí se dan bien. Casi logro que salgan todos.

“Al contar con la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, y con los compañeros del departamento nacional de Flora y Fauna que atienden específicamente esta especie, conocimos que no se tenían reportes de la experiencia de cocodrilos en esa zona. Esperemos que la información resulte de interés y se abran nuevas investigaciones”.

Tres años han pasado desde la publicación de este artículo, y su protagonista advierte que ningún especialista le ha visitado aún.

A sus experiencias sobre pesquerías, el cuidado de los cocodrilos y la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, suma las de enfrentarse de manera directa a salidas ilegales y al hallazgo de recalos de drogas.

Una noche, relató, muy cerca del estero del río Mani-Mani, dos personas amenazaron con matarlo si los denunciaba. Andrés se resistió y lo dejaron marchar. Esa noche no solo evitó una salida ilegal; también salvó su vida y quizás la de las siete personas que pretendían lanzarse al mar.

Después de los sucesos narrados, Andrés perdió una pierna, lo cual, como es lógico, le limita. Pero, aun en su silla de ruedas, se le ve feliz, dispuesto a compartir, como de costumbre, las mil y una historias que ilustran su vida, las que nos invitan a explorar el pasado de La Altura, de Bahía Honda, de Artemisa.

 

Fuente: Periodico El artemiseño