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Aprender a criar, más allá del instinto

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Contrario a lo que dicen por ahí, la maternidad y la paternidad no solo van de instintos. La cultura popular suele asociar el tener descendencia con esa noción casi romántica de dejarse llevar. Como si las necesidades sociales, económicas y educativas del infante se resolvieran solas, por obra y gracia del paso del tiempo, la suerte o algún otro factor ajeno. Como si los bebés llegarán al mundo con un manual de instrucciones.

Nada más lejano a la realidad. Desde las elecciones en torno a la lactancia materna, la preocupación por las fiebres o las preguntas sobre cuándo caminará el bebé, hasta el primer regaño, la definición de límites o la interrogante eterna de cómo disciplinar sin maltratar… ser madres y padres implica una lista interminable de dudas para quienes nos enfrascamos en tan compleja aventura.

Al fin y al cabo, la decisión de traer una nueva persona al mundo va más allá del hecho biológico en sí e implica una responsabilidad con ese ser y con la sociedad en que se desarrollará. El desafío de educar a alguien para que sea una persona de bien trasciende por mucho los instintos y los azares. En definitiva, a enseñar también se aprende. El manual no viene con el bebé, pero sí que hace falta; aún más en una sociedad marcada por viejos patrones y prejuicios enmascarados.

Por suerte, en Cuba cada vez son más las iniciativas y proyectos que contribuyen al diálogo en torno a estos desafíos y orientan a padres, madres y adultos sostenedores de la crianza en la tarea de ayudar a crecer. Desde espacios académicos y de activismo, surgen iniciativas diversas que promueven principios de crianza respetuosa y entornos protectores para niños, niñas y adolescentes, como bases de una educación más cercana a nuestros tiempos.

Sobre estas propuestas teóricas, las acciones que permiten llevarlas a la práctica, las resistencias que persisten y la importancia de garantizar una educación sin sexismos, entre muchos otros temas, esta columna conversó con algunos de sus promotores.  

Crianza respetuosa: ¿dónde poner el foco?

Para Roxane Castellanos Cabrera, Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, la crianza implica respeto. De ahí deriva una responsabilidad que se asume al ser madre o padre: “de nuestro modo de criar, con todo lo que engloba, dependerá mucho la felicidad y la salud mental de nuestros hijos, hoy y en el mañana”.

Desde el proyecto “Crianza Respetuosa”, que coordina en su facultad, aporta su pedacito en la educación de quienes desempeñan esos roles. Junto a otros profesores y psicólogos ofrece tres servicios: grupos de whatsapp para canalizar inquietudes sobre niños y adolescentes, un canal de Telegram (@lacrianzarespetuosa) donde comparten recursos de apoyo a la labor de los padres y un supergrupo en esa red social para abordar un tema semanal de preparación de los cuidadores. 

“En mi opinión, trabajar así permite que se vayan generando transformaciones de familia a familia, que cada vez más personas se sumen, hasta ir conformando una comunidad”, comentó.

En esos espacios intentan deconstruir mitos asociados a la crianza como que los hijos son posesiones o que la infancia es débil por naturaleza. Proponen entender a niños y niñas como sujetos de derecho que merecen un trato digno y justo. “No importa que se porten mal o incumplan con condiciones previstas; eso es propio de la edad, de sus procesos de aprendizaje”, señaló la psicóloga. 

Agregó que a la hora de pensarnos la crianza, debemos hacerlo desde el infante; tener en cuenta su naturaleza, fortalezas, virtudes y debilidades. Porque cuando no se le concede la potestad de participar y no se considera útil lo que puede aportar, en cierto modo se le violenta.

Pero garantizar que estos principios se extiendan entre familias y espacios educativos no es tarea sencilla. En medio de los debates previos a la aprobación del nuevo Código de las Familias que propone textualmente entender a los infantes como sujetos de derechos, aún existe más de un reto para llevarlo a la práctica.

Según Castellanos, urge que madres, padres y cuidadores en general cuenten con información especializada acerca del desarrollo psicológico de los más pequeños y entiendan sus conductas. “Porque muchas veces, por mi experiencia, la familia malinterpreta como conductas de reto a la autoridad o transgresiones de los límites establecidos, características propias del desarrollo evolutivo”. El conflicto pasa por el desconocimiento. 

De ahí se desprende una misión permanente del Estado, pero también una responsabilidad individual de quienes asumen esos roles. Además, es necesario implicar a los medios de comunicación y generar alianzas entre actores e instituciones vinculados a la infancia.

Hace falta también una protección mayor desde las leyes. “El anteproyecto del nuevo Código de las Familias está transformando de manera sustancial aspectos vitales, pero se necesitan otras leyes e instrumentos en los que apoyarse. Aunque allí se establecen cuestiones generales, sigo siendo de las que cree que hace falta una Ley de Protección Integral de la Infancia para regular estas cuestiones y más políticas que atiendan sus diversas vulnerabilidades”, comentó la psicóloga.

Entornos protectores, más allá de las familias

Garantizar una crianza respetuosa para niñas, niños y adolescentes pasa también por asegurar entornos protectores donde se promueva y realice la protección integral de sus derechos, se garantice la equidad social, la paz y la armonía entre las persona y con el ambiente, se genere tranquilidad y confianza, se cuide su integridad física, emocional y social y se estimule su aprendizaje. 

Esto, por supuesto, implica involucrar a otros actores más allá del hogar. La educación de las nuevas generaciones no es asunto exclusivo de las familias, compete a toda la sociedad. Es necesario fomentar estos principios en médicos, maestros, promotores sociales y otros expertos que tienen que ver con el trato hacia la infancia. Se trata de convertir cada escuela, centro cultural, hospital y espacio de desarrollo en un sitio donde sea respetada. 

En días recientes, Escaramujo -otro proyecto de las facultades de Comunicación y Psicología de la UH- convocó a un taller virtual para sensibilizar a diferentes actores comunitarios sobre la importancia de potenciar este tipo de entornos. En alianza con Unicef y en concordancia con la campaña Mídete, reunieron a periodistas, instructores de arte, educadores, psicólogos y miembros de proyectos comunitarios para compartir saberes e identificar experiencias u obstáculos que influyen en su desarrollo. 

Ana Hernández Martín, una de sus coordinadoras, explicó a Cubadebate que mucho de lo allí expuesto parte de la necesidad de fomentar, en primer lugar, buen trato y un reconocimiento a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos. 

Para construir estos entornos, dijo, es necesario reconocer las características de edad y sus particularidades como parte del propio desarrollo psicosocial pues contribuye al logro de una comunicación efectiva, a la expresión de una relación empática y una favorable vinculación afectiva que inciden directa e indirectamente en la regulación de la conducta. 

También es importante, listó, “mantener estilos educativos democráticos y afectivos, poner límites claros según la edad, balancear derechos y deberes en cada uno de los espacios de socialización donde interactúan niños, niñas y adolescentes, evitar revictimizar, sobrecargar o debilitar los vínculos de apego con el adulto cuidador, garantizar que cada decisión que se tome sobre ellos debe orientarse al logro del mayor bienestar posible para su pleno desarrollo”. 

El camino hacia el establecimiento y sostenibilidad de estos principios no es totalmente llano; implica más de un desafío. Para Rodolfo Romero Reyes, otro de los coordinadores del taller, se requiere un autodiagnóstico de todas aquellas personas y entidades que deben velar, conformar o constituir un entorno protector.

“Por la manera en que está concebido el sistema de educación en Cuba, quienes asumen la docencia pueden dar por sentado que su escuela es un entorno protector. ¿Qué estrategias existen para combatir el bullying, la violencia, la discriminación?; ¿la manera en que se solucionan los conflictos es mediante el autoritarismo o mediante el diálogo y la participación?; ¿son todos los estudiantes felices?; ¿se sienten seguros? Son algunas de las preguntas que podríamos empezar a hacernos más allá de los formales indicadores que existen en materia docente. Esta misma revisión podría hacerse al interior de las familias, de las comunidades”. 

Luego, habría que asumir el desafío de educar a las familias, a las comunidades, incluso a los propios niños, niñas y adolescentes sobre la necesidad que se respeten sus derechos, aunque esto implique nuevas maneras de pensarse los espacios educativos lo mismo en las escuelas, que en el barrio, o en la casa.  

Un reto adicional pasa por asegurar espacios de formación inclusivos. “Necesitamos escuelas, comunidades y familias donde la violencia y la discriminación sean desterradas; donde el machismo que oprimió a madres y abuelas, no se reproduzca, y no se naturalice en las niñas, en las adolescentes. Para ello es menester una educación no sexista, con perspectiva de género”, confirmó Romero.

CUBADEBATE

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