La firma este jueves 2 de diciembre por autoridades de los ministerios de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, y Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del proyecto “Mi Costa”, marcó el punto de arrancada de un camino que, durante ocho años pretende incrementar la resiliencia climática de 24 municipios de la costa sur de Cuba, especialmente vulnerables a los impactos del cambio climático.
El evento tuvo lugar en la sede del PNUD, en La Habana, con la presencia de la coordinadora residente del sistema de las Naciones Unidas en Cuba, Consuelo Vidal-Bruce, y representantes de las contrapartes nacionales que intervienen en el proyecto.
Con $23.9 millones aportados por el fondo verde para el clima y $20.3 millones comprometidos por organismos nacionales, “Mi Costa” se suma a otras iniciativas del sistema de las Naciones Unidas en Cuba que, en alianza con instituciones nacionales, apoyan el plan de Estado Tarea Vida, y potencian la lucha contra el cambio climático como una de las prioridades de la cooperación internacional en el país.
Se espera que “Mi Costa” contribuya a la restauración de 11 000 hectáreas de mangle, 3 000 hectáreas de bosques de ciénaga, 9 000 hectáreas de pastos marinos y 134 km de arrecifes coralinos, lo que repercutirá favorablemente en la generación de barreras protectoras ante eventos de fuertes oleajes, y en la protección de por lo menos 1.3 millones de personas.
El proyecto restaurará➕11,000 ha. de mangle, 3,000 de bosques de ciénaga y 900 de herbazales de ciénaga.
Contribuirá a mejorar la salud de➕9,000 ha. de pastos marinos y 134 kilómetros de arrecifes coralinos, barreras protectoras esenciales ante eventos extremos ???? pic.twitter.com/JqvSZENfZv— PNUDCuba (@PNUDCUBA) December 2, 2021
Pero, más allá de la resiliencia climática, el proyecto parece partir de “lecciones aprendidas” que le permitirán incidir, desde perspectivas diferentes, en el desarrollo de los municipios involucrados. Seis expertos consultados nos aclaran por qué “Mi Costa” trasciende en mucho los resultados que podrían advertirse a primera vista:
Orlando Rey, asesor para cambio climático del CITMA: “Mi Costa es una escala superior de atención del problema climático respecto a proyectos anteriores. Si Manglar Vivo se centraba en la recuperación de manglares, y en el acceso al agua, y otros proyectos se han ocupado de las playas y ecosistemas costeros, en “Mi Costa” todo gira en torno a una visión local. Es un proyecto más construido de abajo hacia arriba, no toma elementos aislados del medio ambiente sino que los combina todos, y los combina además con elementos socioeconómicos y un proceso integral de transformación.
“Tenemos que velar porque las intervenciones no sean contrarias a los intereses y las expectativas de las personas. Las decisiones climáticas son complejas porque a veces hay que cambiar actividades que se están desarrollando, o alejar a determinadas poblaciones de esas actividades. Está en la inteligencia de los gobiernos locales convencer a las personas sobre los beneficios del proyecto, pero no beneficios en abstracto, sino asociados a las necesidades económicas y sociales específicas de la gente, porque sus casas van a estar más protegidas, sus cultivos van a estar más protegidos, si la línea costera está protegida.
“El éxito de Mi Costa está en evitar una microgestión del gobierno. Eso lo repetimos formalmente, pero nuestra mentalidad esta precondicionada para trabajar de arriba hacia abajo, los primeros que tenemos que aprender a hacer las cosas de modo distinto somos nosotros”.
Jorge Alfredo Carballo Concepción, economista y profesor de FLACSO: “Mi Costa viene a integrar una serie de elementos sobre cómo las comunidades deben enfrentar la lucha climática de manera positiva. Había al principio una suerte de choque de paradigmas entre los diferentes científicos, pero el trabajo mancomunado entre todos ha ido articulando una visión transdisciplinar que incluye a las personas y genera muchos aprendizajes entre todos.
“Este no es un proyecto del CITMA, es un proyecto que necesita del concurso de todas las personas: mujeres, niños, personas con discapacidad. La única forma que tiene un proyecto como este de cambiar la forma de pensar de las personas y los gobiernos locales es interactuar, articularse, tratar de darle creatividad a todo esto incluso a través del arte y productos audiovisuales. Nosotros hemos constatado que hay mucha sabiduría en las comunidades. Uno no puede llegar con el último grito de la ciencia, porque ese lenguaje científico también está presente, a su manera, en las comunidades con las que interactuamos”.
Abel Centella, investigador del Instituto de Meteorología: “Mi Costa es un reto incluso para los científicos del clima. Todo el mundo habla del cambio climático como algo lejano, y la visión que estamos teniendo es que el proyecto se desarrolla en un clima cambiante, cuyos impactos forman parte del aquí y el ahora.
“Hay que desarrollar sistemas de información y aplicaciones en torno a cómo utilizar la información climática para tomar decisiones. Nosotros le llamamos decisiones climáticamente inteligentes, que solo pueden adoptarse sobre la base de información, no solo estimando lo que ocurrirá en el 2030, sino también lo que irá ocurriendo progresivamente en la ruta hacia el 2030.
“Los científicos tenemos que aprender también de lo que es información relevante para las comunidades. Muchas veces tenemos la mala manía de decidir por las comunidades lo que es importante para ellos, y muchas veces no lo es tanto, porque no lo entienden, o porque no lo consideran esencial. Aliarse para interactuar con las comunidades es esencial”.
Roberto Núñez, director del Instituto de Ciencias del mar, CITMA: “Aquí prevalece el enfoque de que vamos a hacer resiliente a la comunidad, trabajando con los problemas que hemos creado desde la Tierra hacia el Mar. El manglar es una barrera natural que nos protege del oleaje de los huracanes ,pero en la línea costera hablamos del sistema de los arrecifes coralinos. Al recuperar la zona de manglar que permite que el mangle rojo prolifere -que es el más resistente para todos estos procesos climáticos-, también se recupera la zona del pasto marino donde muchos peces sobreviven. Mejoraría la pesca, mejoraría la productividad del ecosistema y todas las acciones que se hagan desde tierra, en el bosque y en el mangle, tendrán también un resultado productivo en el mar.
“Estas son poblaciones muy vulnerables al cambio climático, que dependen muchas veces de la pesca como sustento de vida. Así, se crean puestos de trabajo para la comunidad y la misma comunicad monitoreará las acciones con pequeñas técnicas que les vamos a compartir”.
José Manuel Guzmán Menéndez, jefe de Departamento de Medio Ambiente de la AMA, CITMA: “Manglar Vivo nos había enseñado a trabajar a la vez con las empresas forestales, con recursos hidráulicos, con las comunidades, y que la adaptación basada en ecosistemas fuera incluida en los planes de ordenamiento territorial y económicos de los municipios.
“El proyecto Mi costa transitó por un proceso de lecciones aprendidas que permitió pensar las costas no desde el reino de cada cual. Este proyecto no tuvo que improvisar, ya sabía cómo era el aprendizaje de trabajar con las comunidades. Se logró financiamiento del fondo verde del clima, que es una fuente de financiamiento compleja de gestionar.
“Se trata de una extensión de 1300 km, lo cual es un reto porque cada municipio es un mundo en su concepción y funcionamiento, cómo lograr que las comunidades no pierdan el vínculo con las zonas costeras, que pensemos el agua, sus afluentes, el caudal ecológico para que los sistemas naturales tengan buena salud y ofrezcan buenos servicios”.
Gricel Acosta, oficial de programas de PNUD: “El inicio de la formulación de esta idea coincidió con el inicio de la formulación de la Tarea Vida, que había definido con claridad cuáles son las áreas más vulnerables al aumento del nivel del mar por los efectos del cambio climático. Los municipios con los que interactuaremos responden a la determinación de los tramos costeros con mayores impactos o amenazas de pérdida de territorios, según escenarios futuros evaluados para Cuba.
“Como parte de la formulación del proyecto, recorrimos los siete asentamientos y se tuvieron en cuenta los criterios de la gente. En Santa Cruz del Sur, por ejemplo, hay un malecón; la propuesta era quitar ese muro y restablecer la línea costera de mangles. Un debate abierto hizo llegar a la conclusión de que la comunidad necesitaba y quería su malecón. Los científicos debieron pensar otras soluciones para adaptarlas a ese tramo de costa.
“No se hará nada que las comunidades no quieran, porque eso no sería sostenible. El proyecto está diseñado con un paquete de evaluaciones y herramientas para lograr que su implementación involucre, entrene y escuche a las comunidades”.
Cubadebate.
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